Gas Gas, tu padre tiene razón y si a ti te gusta, no veo impedimento. Siempre he pensado en la desgraciada vida del principiante, que une a su bisoñez un material que cualquier "experto" rechazaría, con el que no se puede sentir más que miedo e inseguridad. Si no hubiera problema económico deberían ser los principiantes los que contaran con un S2 y los que tiene más rodaje con los trastos, ya que su experiencia es capaz de salvar ese auténtico lastre, eso sí, a cambio de sustos y malas sensaciones, pero sin merma de la confianza que alguien que empieza, tanto necesita para seguir avanzando. Pero grábate a fuego en la cabez desde ya dos cosas que se han dicho en este foro: 1. Esas buenas sensaciones del S2, son su mayor peligro. Por que llega un momento, aunque parece que puede con todo, que... .2. Se va de morro. Y cuando eso pase, salvo que se tenga la suerte de que haya sido muy cerca del límite y corrija solo levantando pie, se cacabó todo; menos su estupenda seguridad pasiva, que tampoco conviene olvidar que no es total. Por esp decía al principio que tu padre tenía razón en querer que salgas a la carretera con una garantía y el S2 lo es, dado lo que hay.
Se de lo que hablo. A los meses de comprame el S2 ya estaba convencido de que el lmimite aún estaba lejos, a pesar de haber empezado progresivamente a soltarme, con temor reverencial y asombro de sus cualidades, no en vano venía, como también he leído por ahí, muy acertado el calificativo, de un auténtico ratonero. En un punto negro, verdadero cementerio de automóviles, me encontré por las buenas una raqueta sin señalizar. La raqueta, por que lo que si estaba señalizado era la limitación de velocidad, que ignoré, como en tantas ocasiones anteriores. El cáculo era correcto para la curva vista, a pesar de la enorme diferencia de velocidad con el límite que llevaba. Pero empezó a cerrarse, sorpresivamente y el S2 y yo emprendimos un vuelo fura de pista con aterrizaje forzozo de morro contra un muro de cemento. Recuerdo, como estalló el airbag del volante, el fragor de la explosión, el humo negro. Recuerdo el tirón del cinturón de seguridad, tensado por el salvaje pero eficaz sistema de poleas y cable de acero accionado por el retroceso del motor por el impacto. Cuando todo se detuvo, me vino a la cabeza lo que rezaba la publicidad respecto a las puertas, de que estaban estudiadas para abrirse en caso de accidente. Pensé que estaba atrapado y que quería salir, que las puertas posiblemente fallarían y que tendría que romper el cristal y no tenía con que. Pero, al accionar el tirador, la puerta se abrió y yo salí todavía incrédulo. No me había pasado NADA. Excepto un hematoma en el pecho que conservé más de dos meses. Y una reparación que entonces, hablo del 93, salió por unos cinco millones. No quedó, bien. Esa es otra historia. Tras la reparación principal me costó más dinero y tres años de retoques reconstruirlo. Pero seguimos juntos, va como un tiro y he aprendido una lección que no olvidaré jamás y que espero tu aproveches de alguna manera. Muchas alegrías me ha dado el S2 desde entonces, algunas algo salvajes, pero ahora conozco donde está el límite.
Un último consejo. Cambia los neumático en invierno por unos de nieve y continuarás el disfrute como no te imaginas. Da gusto no helarse como otros que necesitan poner cadenas, o avanzar a buen ritmo pasando autenticas procesiones de penitentes invernales que avanzan penosamente, cautos y temerosos, con su clong, clong, característico.
En fin, basta de batallitas por hoy. Que lo disfrutes pero ten siempre la cabeza fría.