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NUNCA


Me Registro El Lunes

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Esta mañana me he desmoronado camino del trabajo. Por casualidades de la vida y al estar enfrascado en mi lectura de Los Asesinatos de Manhatan, en el autobús, sin darme cuenta me he pasado mi parada. Ningún problema, siempre voy con antelación al tajo. Pero al bajarme es cuando he presenciado la imagen dantesca que me ha dejado un muy mal sabor de boca, tanto a mí como al resto de los viandantes.

En la misma marquesina del autobús y con muy mal tono, una mujer de unos cuarenta años vociferaba a otra de edad bastante más avanzada que ella. Junto a ellas dos niñas pequeñas, la mayor no pasaría de los siete años.

Enzarzadas en una pelea verbal, la mujer más joven agarra a sus niñas ( al parecer eran sus hijas) y las planta frente a la otra, la cual estaba sentada en la citada marquesina. Y a pleno pulmón grita. – Mirad, mirad que mala madre tengo....!!!!

Con un ágil movimiento y sin escrúpulos una mano voló y se estrelló en la cara de la gritona. Tras la bofetada, siguieron diferentes golpes entre ellas junto con gritos cada vez más fuertes. Un servidor no sabía que hacer, al igual que el resto. Con disimulo ( aunque no hacía falta) me encaminé no con mucha prisa hacia el trabajo. Con la mala fortuna de que la mujer con sus niñas en mano y a paso rápido comenzaron a alejarse también en mi misma dirección.

La señora que resta, anduvo voz en grito tras ellas ( y mío ) alargando la mano con un vano intento de coger a las chiquillas. Al verlo la joven mujer, cada vez más encolerizada y con los ojos rojos llenos de lágrimas, asestó un nuevo golpe en la cara de la señora, comenzando de nuevo la refriega. Pero esta vez en mitad de la carretera.

Un gran pito sonó y un frenazo acto seguido, fue lo que las apartó tan sólo por un momento de su discusión. Con maestría el camionero las esquivó, las niñas saltaron a la acera seguida de su madre y abuela, para seguir con la pelea. En un acto de desesperación y de frustración al ver lo que estaba ocurriendo me encamine hacia ellas, con el objetivo de no se qué hacer. Entonces la mano de una mujer me tomó por el brazo y casi con un susurro me dijo que no me acercara, que saldría perdiendo.

Acongojado me alejé escuchando los gritos y los lloros de las pequeñas. Pensé en avisar a la policía ( aunque tampoco sabía muy bien para que). Cabizbajo y con mal cuerpo llegué al trabajo, por primera vez en varios años, tarde.

 

Nunca he sido columnista y no he tenido intención, pero si llegara a serlo, odiaría comenzar con una historia como esta.

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